martes, 20 de agosto de 2019


“Lo último que se pierde es … La esperanza”

 Esto es un dicho muy popular, pero,  ¡cuán cierto es!

La esperanza es esa confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que se desea o espera. Cuando esto no está presente en nuestra vida, surge la desesperanza. Toda persona nace con una necesidad de sentirse con significado. De pequeños, por la misma disciplina a que somos sometidos, si no se logra algún tipo de éxito, ya sea siendo un buen estudiante o una estrella en el deporte o las artes, ese niño puede desarrollar una mentalidad de impotencia o desesperanza. Al ver que una y otra vez fracasa en sus intentos de adquirir un logro, este niño puede perder la esperanza en la vida y en su futuro. Esto la sicología lo ha llamado desesperanza aprendida.

Esta desesperanza aprendida si no se corrige, puede estar presente en la persona hasta sus años de adulto o vejez. Son estas personas fatalistas, negativas y llenas de frustración o enojo. Una vez que esta creencia limitante es sembrada y cultivada en la mente, no son capaces de enfrentar y combatir con dificultades que la misma vida trae. Todo se vuelve difícil o imposible. No existe barrera u obstáculo que puedan vencer. No importando las oportunidades que se le presente.

Existen dos cosas fundamentales en el cultivo de la esperanza. Estas son: en quien se deposita esa confianza de bienestar o éxito; y la segunda es en la importancia de saber esperar. Todo proyecto en la vida, ya sea personal o colectivo, tiene un proceso para su manifestación. Es importante, pues, desarrollar la paciencia y el optimismo para lograr el sueño esperado. El ser perseverante y no desmayar es fundamental si se desea lograr algo. Y con cada logro, el valor propio se fortalece; aunque debo de aclarar que nuestra felicidad no consiste en nuestros logros ni en nuestras posesiones materiales.

 Nuestra esperanza es la seguridad optimista de que Dios está realizando algo en nuestra vida. Que estamos en medio de un proceso que nos llevará al cumplimiento de las promesas de un Dios que nunca cambia, que es fiel y que tiene grandes propósitos para nuestra vida. ¡Dios SIEMPRE está trabajando en nuestras vidas!

También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia (perseverancia). Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor”. Rom.5:3-5

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