“Lo último que se pierde es … La esperanza”
Esto es un dicho muy popular,
pero, ¡cuán cierto
es!
La esperanza es esa confianza de lograr una
cosa o de que se realice algo que se desea o espera. Cuando esto no está
presente en nuestra vida, surge la desesperanza. Toda persona nace con una
necesidad de sentirse con significado. De pequeños, por la misma disciplina a
que somos sometidos, si no se logra algún tipo de éxito, ya sea siendo un buen
estudiante o una estrella en el deporte o las artes, ese niño puede desarrollar
una mentalidad de impotencia o desesperanza. Al ver que una y otra vez fracasa
en sus intentos de adquirir un logro, este niño puede perder la esperanza en la
vida y en su futuro. Esto la sicología lo ha llamado desesperanza aprendida.
Esta desesperanza aprendida si no se corrige,
puede estar presente en la persona hasta sus años de adulto o vejez. Son estas
personas fatalistas, negativas y llenas de frustración o enojo. Una vez que
esta creencia limitante es sembrada y cultivada en la mente, no son capaces de
enfrentar y combatir con dificultades que la misma vida trae. Todo se vuelve difícil
o imposible. No existe barrera u obstáculo que puedan vencer. No importando las
oportunidades que se le presente.
Existen dos cosas fundamentales en el cultivo
de la esperanza. Estas son: en quien se deposita esa confianza de bienestar o
éxito; y la segunda es en la importancia de saber esperar. Todo proyecto en la
vida, ya sea personal o colectivo, tiene un proceso para su manifestación. Es
importante, pues, desarrollar la paciencia y el optimismo para lograr el sueño
esperado. El ser perseverante y no desmayar es fundamental si se desea lograr
algo. Y con cada logro, el valor propio se fortalece; aunque debo de aclarar
que nuestra felicidad no consiste en nuestros logros ni en nuestras posesiones
materiales.
Nuestra
esperanza es la seguridad optimista de que Dios está realizando algo en nuestra
vida. Que estamos en medio de un proceso que nos llevará al cumplimiento de las
promesas de un Dios que nunca cambia, que es fiel y que tiene grandes
propósitos para nuestra vida. ¡Dios SIEMPRE
está trabajando en nuestras vidas!
“También nos alegramos al enfrentar pruebas y
dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia
(perseverancia). Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter
fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y
esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama
Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su
amor”. Rom.5:3-5
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