miércoles, 24 de agosto de 2022

La osa y la espina

Había una vez en un bosque no lejos de aquí, una osa peluche. Como se sabe los osos generalmente rondan por los bosques en cuatro patas. Esta osa cojeaba de la pata delantera derecha. Los otros animales le preguntaban por qué cojeaba y ella respondía: “yo no estoy coja”. Dependiendo en cómo se sentía en ese momento podía responder: “realmente no sé porque estoy coja”. A veces la osa sentía un dolor profundo en la pata, pero cuando la miraba, parecía igual a sus otras patas y casi no había cicatriz de herida.

La osa también tenía problemas con los otros animales del bosque. No quería revolcarse con las otras osas, y no disfrutaba como ellas al sacar la miel de los arboles. A menudo sentía una tristeza profunda que venía de adentro, pero no sabía el por qué. Le parecía que era incapaz de sentir sentimientos que sentían las demás.

Un buen día mientras caminaba por el bosque, se encontró con un osito que había caído en una mata de espinas, y una espina enorme se le había incrustado en una patita. El osito lloraba de dolor, no sabía cómo sacarse la espina ni como deshacerse del dolor. La osa con mucho cuidado y ternura le sacó la espina y lo consoló mientras observaba la herida que dejó de sangrar, y comenzó a sanar.

De pronto, mientras la osa miraba al osito, desde adentro de ella, desde una esquina de su memoria, apareció una imagen de tiempos pasados cuando ella era una cachorra y una espina enorme se había metido en su pata. A medida que recordaba, la imagen se le aclaró y pudo ver que ella cuando cachorra no supo pedir ayuda para sacarse la espina. Fue así como su piel había seguido creciendo hasta cubrir la espina por completo. Y así también se había cubierto la memoria de la espina puntiaguda. Pero la espina seguía allí en su pata, rodeada de infección que se regó por todo el cuerpo entumeciendo sus sentimientos innatos de ser osa.

Al encontrar esta memoria, ella supo lo que tenía que hacer. Ayudó al cachorro a encontrar a su madre y se fue a buscar otras osas más adentro del bosque para pedir ayuda para sí misma. No tardó en encontrar una osa que tenía experiencia en sacar espinas. La osa de experiencia le dijo: “Esto te va a doler, ha estado enterrado por tanto tiempo que cuando comencemos a sacarla, te preguntarás si vale la pena sufrir dolor agudo para sacarla, o tal vez sería mejor dejar las cosas como están. Pero, esta espina te ha lastimado más de lo que te imaginas y la tenemos que sacar para que la infección que la rodea, pueda sanar.

Usando presión y persuasión, fue removida la espina hacia la superficie con la ayuda de las otras osas. Sacar la espina entera fue un proceso muy doloroso que tomó tiempo, pero la osa sabía que para que dejara de doler, toda la espina tenía que salir.

A medida que sanaba la herida, hubo períodos de dolor, pero ella también se dio cuenta que cada día se sentía mejor y mejor. Qué sorpresa se llevó al darse cuenta de que estaba sintiendo sentimientos de una manera nueva y veía su mundo completamente distinto. Más parecido al mundo que describían las otras osas que estaban sanas y que les gustaba ser osa.

Para asegurarse que ella había aprendido de esta experiencia, la osa se encargó de compartirlo de la siguiente manera; la mente es poderosa, tanto así que puede esconder el dolor causado por una espina en una pata. Ella comprendió y entendió la lección de la espina. El dolor olvidado puede ser el dolor más destructivo de todos los dolores. 

Autor desconocido


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